Os vamos a transcribir la autobiografía que Arturo Medina, oriundo de Ohanes, envió al CEIP “Obispo Diego Ventaja” en Mayo de 1990.
Nací en Almería, en la calle del Descanso, una calle estrecha del barrio viejo de la Almedina, al mismo pie de la Alcazaba.
Mi padre, se llamaba Arturo, era un hombre bueno y trabajaba en los Talleres del Ferrocarril.
El nombre de mi madre era Carmen, como las mujeres de la época, se ocupaba exclusivamente de la casa, de su marido y de sus hijos, tenia un hermoso pelo blanco, y era muy alegre.
Francisca Carretero, mi abuela paterna, era de Ohanes. Por lo que , al llegar el verano,pasábamos en Ohanes las vacaciones, en casa de mi tía Presenta, que vivía en la Calle del Lucero.
De aquellas vacaciones recuerdo los cuentos que nos narraba mi tía, los paseos en mula hasta Tices, y las brevas de una finca que mis parientes poseían en el Olivarejo, y que nosotros, antes de comerlas, las dejabamos reposar en el remansillo de una acequia de agua limpia y fresca.
Tampoco olvido los juegos que aprendí entre vosotros: “El “Triquitran”, y el “tira y afloja”, que yo no sé si todavía los jugáis, pero que los he recogido en mi libro “pinto Maraña”.
Aprendí las letras de los tebeos, aún conservo muchos de ellos, y los sigo leyendo, tendría yo unos tres o cuatro años.
Mis juguetes fueron un caballo de cartón, un rompecabezas en forma de cubo con los que había que recomponer los Continentes, y bastantes canicas, que guardaba en una caja de zapatos.
Hice la primaria, la básica, en el Colegio de la Salle, lo que más me gustaba era Historia y el Dibujo, y el ver como los pájaros acudían a las migas de pan que desde las ventanas echábamos al patio.
A los diez años, que era la edad que se precisaba, ingresé en el instituto, instalado en un antiguo convento de dominicos con un precioso claustro de dos plantas, una fuente en medio y una alta palmera que no daba dátiles.
En el bachillerato, no pude con las matemáticas, y sí en cambio, con las ciencias naturales. Empecé a interesarme por la literatura gracias a un extraordinario profesor que me correspondió en suerte.
Luego, curse la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Almería. En sus aulas, adquirí conciencia de mi vocación por la enseñanza, que ya jamás habría de abandonarme.
Con diez u ocho años, fui vocal de letras en el Ateneo y en él, dí mi primera conferencia. Hablé del poeta Villaespesa.
Por esos años tuve también mi primera novia. Me gustaban los bailes, la natación, los libros de aventuras, e iba con la frecuencia que me permitia el bolsillo al único cine que había en Almería, el salón Hespéria.
Interrumpí mis estudios con el estallido de la Guerra Civil, combatí en ella como cabo de artillería en los frentes de Teruel y de Castellón, y conocí de cerca el dolor y la muerte.
Acabada la contienda, terminé magisterio y, como maestro, me destinaron a un anejo de Tabernas al que debía de ir en caballería. Después pase a Benahadux y La Cañada. A la mayoría de mis alumnos los tengo siempre presentes en mi memoria.
A la vez que ejercía Magisterio, me licencié en filología Hispánica por la Universidad de Granada... Aprobé oposiciones...me casé...Bueno, pero eso ya es otro capítulo.
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