Yo recomendaría al viajero que visita Ohanes por primera vez, y también al que repite,, que llegue allí subiendo por la carretera de Beires, y dejar para el descenso, la ruta que desemboca en las afueras de Canjáyar.
Y, puestos a dar por bueno este consejo, que se acerque a la hora del atardecer, y que se detenga en cualquiera de los tramos que atraviesan el Almendral o el Castañar y, en silencio, que contemple Ohanes.
El espectáculo es único. El solo poniente hace más deslumbrante el blanco del alargado caserío. Solo algunos leves contrastes: la mancha marrón de la Iglesia parroquial, casi en su costado, y los huecos en sombra de las ventanas, distribuidas éstas, en su azar, al modo de sincopada simetría de pintura puntillista. Por encima, el oscuro repecho del Coto, chaparros, encinas, chumberas, roquero protector ante los arrastres de las lluvias. Arriba, el cielo, Debajo, y a los lados, el verde tornasolado de la vega derramándose escalonada en las barrancadas que encajonan el Río Chico, hilillo de agua que viene a rendir cuentas , cuando las rinde, al cauce sediento del Andaráx.
Entrad en el pueblo.
Su peculiarísima topografía condicionará los pasos del viajero, que deambulará sin prisas por las tres calzadas a lo llano, Diego Ventaja, Real, El Cantón, y por el entresijo de sus callejuelas de rincones imprevisibles, empinadas y sorprendentes.
Anticipémoslo ya: Ohanes es por situación, entorno, trazado y accesos, nuestro pueblo más alpujarreño, y sin perder su individualidad y personalidad, el más claramente hermanado con similares asentamientos de la comarca (Pampaneira, Bubión, Campaneira, Trevélez...) y a no dudar, uno de los más bellos y originales de la provincia de Almería. Su propio asentamiento lo ha salvaguardado posiblemente, de mimeticas reformas urbanísticas y de de edificaciones agobiadamente repetidas.
Ohanes es un albo navío inconfundible, varado en la ladera de una de las estribaciones de Sierra Nevada, intacto en el transcurso de los años, aupado en un mar de montes por los que prolifera el tomillo, el romero, la manzanilla, la inhiesta, la retama...
Montes sin apenas cortijos, y con sendas repteantes, sometidas a los caprichos implacables del terreno.
Le desaparecieron los bosques y se perdió riqueza, pero, a cambio, las cumbres ganaron colores cambiantes, grises, cárdenos, ocres, violáceos, … y horizontes abiertos y aromáticos.
Pasad al interior de algunas de sus casas. Viejas casas encaladoas que todavía conservan añejas chimeneas. Viejas casas, pulcras, con techumbres de maderos y urdimbres de cañas.
Hablad con sus gentes.
La conversación se deslizará despacio, cordial. Y os contarán la de anterior o de la próxima faena. De sus alegrías y quebrantos. De como el hijo vuelve pronto de la mili. Y de la hija que se les casa. Y otros se centrarán en los nietos, que les sobrepasan el hombro, y que ya ayudan, ya... y todo os lo dirán con palabras justas además de sabias y elegantes. Os invitarán, con certeza, mientras dialogáis sobre las peregrinaciones al Santuario de la Virgen de la Consolación de Tices, de sus milagros y devociones. Y os referirán las fiestas de San Marcos y de la habilidad y fuerza de los mozos para lograr que ante el santo se arrodillen los novillos. O la de San Antón, el 16 de Enero, con sus hogueras.
Pedidles que os narren sus leyendas y consejos: el sacrificio de las veinticinco doncellas cristianas degolladas por la morisma, la estancia de un desterrado Virrey de México en la Casa de la Torre, el retorno del soldado de las guerras de Italia, mochila al hombro y en ella la pequeñica imagen de la Virgen que quiso quedarse en Tices; el aceite de su lámpara, ensalmo prodigioso para sanar a un arzobispo en trance de muerte...
Y desde luego, os mencionarán, orgullosa y amorosamente, a su paisano ilustre, Don Diego Ventaja, glorificado en su martirio, al extraordinario escultor Juan Cristobal, el curioso poeta y periodista Enrique Carretero, el General Jurídico y Consejero del Estado Miguel Vizcaíno Márquez, presto siempre a tender la mano a los procedentes de éstos lugares... y hasta seguro que encontraréis algún erudito vecino que se remontará a los orígenes del pueblo y afirmará que fue la cultura islámica la que fundó el caserío.
Y que a partir del vencimiento y expulsión de los moriscos son los cristianos los que pueblan y los que acaban por completar sus actuales señas de identidad. Lo demás, añadirá, son conjeturas basadas en la presumible presencia del hombre primitivo en estos valles y riscos, abundantes en bosques y caza. Y seguirá que no existen vestigios de los colonizadores mediterráneos ni de las invasiones subsiguientes. Terminará aclarándoos que Ohanes, en 1822, dejó de pertenecer al reino de Granada, adscribiéndose a Almería cuando esta fue considerada provincia.
Solicitar de vuestro anfitrión que os deje contemplar el paisaje desde su terraza. Ascended a ella. Ahora desde dentro y frente a vosotros tendréis una panorámica distinta, pero no menos hermosa. Y más que ver, intuiréis árboles de todas clases, olivos, almendros, castaños, higueras, algarrobos, …, que intentan inútilmente disputar espacios a la parra, dominadora absoluta de las zonas medias y en las bajuras. La parra, que , en la hibernación, se nos asemeja una gráfica gregería dibujada al viento, los sarmientos desnudos son raíces de un árbol que creciera al revés, más cuando se despierta y extiende es un oleaje verde intenso que sube y baja por peldaños de balates y paratos. Quedareis maravillados ante aquellos terrenos, que hostiles, y gracias al tesón de muchas generaciones, acabaron siendo domeñados y fecundos.
Cada año, los pámpanos renovados cubren y protegen los racimos estallantes. Uva de Ohanes y por extensión nominativa, uva de Almería. Uva fruta, uva de mesa, molinera, de cuerno, alvillo, corinto..., de granos redondeados, destiladores de azúcares y frescura, de colores diversos, amarillo verdoso, rojizo, dorado, negro, y a los que la luz les habrá de dar el toque definitivo.
Viajero yo este agosto por tales serranías, de donde mis abuelos eran oriundos, empujado por las querencias a mis raíces, actué ritualmente, como está obligado todo visitante que retorna a sus ancestros. Y así bebí un vaso de buen vino, paseé detenidamente en todo recoveco o esquina que propiciara la evocación de personas y sucesos que fueron, y me acerqué a abrazar a unos parientes míos, domiciliados en la misma casa en que me alojaba los veranos remotos de mi infancia.
Los recuerdos se me avivaron y se me actualizaron tangibles al volver a ver las habitaciones, los muebles, la pina escalera, la para mi entonces misteriosa bodega abarrotada de aperos, el desván, los balcones y terrazas apretados de geráneos y hortensias. En una de ellas rememoré los cuentos populares que a al caída de la tarde nos relataba mi tía presenta, manos gestuales, voz persuasiva y envolvente, formidable narradora que lograba que la imaginación se nos disparase. Al traerla a mi memoria, echaba en falta estos talantes juglarescos, ya por desgracia desaparecidos.¿O en Ohanes tal vez no?
Es la hora de regreso. El viajero, habitante en otros climas, ha de abandonar Ohanes. Y lo hace con tristeza, si bien en sus pupilas retiene todo lo que ha dejado atrás. Nada más salir, empieza a brotarle la nostalgia, identificado con aires, gentes y costumbre, a los que se ha entregado sin reservas.
El viajero, al emprender la marcha, le vendrá bien remedar el verso del romance y exclamar, como un susurro y en alivio de su emoción contenida:
¡Ay, de mi Ohanes!
Y, puestos a dar por bueno este consejo, que se acerque a la hora del atardecer, y que se detenga en cualquiera de los tramos que atraviesan el Almendral o el Castañar y, en silencio, que contemple Ohanes.
El espectáculo es único. El solo poniente hace más deslumbrante el blanco del alargado caserío. Solo algunos leves contrastes: la mancha marrón de la Iglesia parroquial, casi en su costado, y los huecos en sombra de las ventanas, distribuidas éstas, en su azar, al modo de sincopada simetría de pintura puntillista. Por encima, el oscuro repecho del Coto, chaparros, encinas, chumberas, roquero protector ante los arrastres de las lluvias. Arriba, el cielo, Debajo, y a los lados, el verde tornasolado de la vega derramándose escalonada en las barrancadas que encajonan el Río Chico, hilillo de agua que viene a rendir cuentas , cuando las rinde, al cauce sediento del Andaráx.
Entrad en el pueblo.
Su peculiarísima topografía condicionará los pasos del viajero, que deambulará sin prisas por las tres calzadas a lo llano, Diego Ventaja, Real, El Cantón, y por el entresijo de sus callejuelas de rincones imprevisibles, empinadas y sorprendentes.
Anticipémoslo ya: Ohanes es por situación, entorno, trazado y accesos, nuestro pueblo más alpujarreño, y sin perder su individualidad y personalidad, el más claramente hermanado con similares asentamientos de la comarca (Pampaneira, Bubión, Campaneira, Trevélez...) y a no dudar, uno de los más bellos y originales de la provincia de Almería. Su propio asentamiento lo ha salvaguardado posiblemente, de mimeticas reformas urbanísticas y de de edificaciones agobiadamente repetidas.
Ohanes es un albo navío inconfundible, varado en la ladera de una de las estribaciones de Sierra Nevada, intacto en el transcurso de los años, aupado en un mar de montes por los que prolifera el tomillo, el romero, la manzanilla, la inhiesta, la retama...
Montes sin apenas cortijos, y con sendas repteantes, sometidas a los caprichos implacables del terreno.
Le desaparecieron los bosques y se perdió riqueza, pero, a cambio, las cumbres ganaron colores cambiantes, grises, cárdenos, ocres, violáceos, … y horizontes abiertos y aromáticos.
Pasad al interior de algunas de sus casas. Viejas casas encaladoas que todavía conservan añejas chimeneas. Viejas casas, pulcras, con techumbres de maderos y urdimbres de cañas.
Hablad con sus gentes.
La conversación se deslizará despacio, cordial. Y os contarán la de anterior o de la próxima faena. De sus alegrías y quebrantos. De como el hijo vuelve pronto de la mili. Y de la hija que se les casa. Y otros se centrarán en los nietos, que les sobrepasan el hombro, y que ya ayudan, ya... y todo os lo dirán con palabras justas además de sabias y elegantes. Os invitarán, con certeza, mientras dialogáis sobre las peregrinaciones al Santuario de la Virgen de la Consolación de Tices, de sus milagros y devociones. Y os referirán las fiestas de San Marcos y de la habilidad y fuerza de los mozos para lograr que ante el santo se arrodillen los novillos. O la de San Antón, el 16 de Enero, con sus hogueras.
Pedidles que os narren sus leyendas y consejos: el sacrificio de las veinticinco doncellas cristianas degolladas por la morisma, la estancia de un desterrado Virrey de México en la Casa de la Torre, el retorno del soldado de las guerras de Italia, mochila al hombro y en ella la pequeñica imagen de la Virgen que quiso quedarse en Tices; el aceite de su lámpara, ensalmo prodigioso para sanar a un arzobispo en trance de muerte...
Y desde luego, os mencionarán, orgullosa y amorosamente, a su paisano ilustre, Don Diego Ventaja, glorificado en su martirio, al extraordinario escultor Juan Cristobal, el curioso poeta y periodista Enrique Carretero, el General Jurídico y Consejero del Estado Miguel Vizcaíno Márquez, presto siempre a tender la mano a los procedentes de éstos lugares... y hasta seguro que encontraréis algún erudito vecino que se remontará a los orígenes del pueblo y afirmará que fue la cultura islámica la que fundó el caserío.
Y que a partir del vencimiento y expulsión de los moriscos son los cristianos los que pueblan y los que acaban por completar sus actuales señas de identidad. Lo demás, añadirá, son conjeturas basadas en la presumible presencia del hombre primitivo en estos valles y riscos, abundantes en bosques y caza. Y seguirá que no existen vestigios de los colonizadores mediterráneos ni de las invasiones subsiguientes. Terminará aclarándoos que Ohanes, en 1822, dejó de pertenecer al reino de Granada, adscribiéndose a Almería cuando esta fue considerada provincia.
Solicitar de vuestro anfitrión que os deje contemplar el paisaje desde su terraza. Ascended a ella. Ahora desde dentro y frente a vosotros tendréis una panorámica distinta, pero no menos hermosa. Y más que ver, intuiréis árboles de todas clases, olivos, almendros, castaños, higueras, algarrobos, …, que intentan inútilmente disputar espacios a la parra, dominadora absoluta de las zonas medias y en las bajuras. La parra, que , en la hibernación, se nos asemeja una gráfica gregería dibujada al viento, los sarmientos desnudos son raíces de un árbol que creciera al revés, más cuando se despierta y extiende es un oleaje verde intenso que sube y baja por peldaños de balates y paratos. Quedareis maravillados ante aquellos terrenos, que hostiles, y gracias al tesón de muchas generaciones, acabaron siendo domeñados y fecundos.
Cada año, los pámpanos renovados cubren y protegen los racimos estallantes. Uva de Ohanes y por extensión nominativa, uva de Almería. Uva fruta, uva de mesa, molinera, de cuerno, alvillo, corinto..., de granos redondeados, destiladores de azúcares y frescura, de colores diversos, amarillo verdoso, rojizo, dorado, negro, y a los que la luz les habrá de dar el toque definitivo.
Viajero yo este agosto por tales serranías, de donde mis abuelos eran oriundos, empujado por las querencias a mis raíces, actué ritualmente, como está obligado todo visitante que retorna a sus ancestros. Y así bebí un vaso de buen vino, paseé detenidamente en todo recoveco o esquina que propiciara la evocación de personas y sucesos que fueron, y me acerqué a abrazar a unos parientes míos, domiciliados en la misma casa en que me alojaba los veranos remotos de mi infancia.
Los recuerdos se me avivaron y se me actualizaron tangibles al volver a ver las habitaciones, los muebles, la pina escalera, la para mi entonces misteriosa bodega abarrotada de aperos, el desván, los balcones y terrazas apretados de geráneos y hortensias. En una de ellas rememoré los cuentos populares que a al caída de la tarde nos relataba mi tía presenta, manos gestuales, voz persuasiva y envolvente, formidable narradora que lograba que la imaginación se nos disparase. Al traerla a mi memoria, echaba en falta estos talantes juglarescos, ya por desgracia desaparecidos.¿O en Ohanes tal vez no?
Es la hora de regreso. El viajero, habitante en otros climas, ha de abandonar Ohanes. Y lo hace con tristeza, si bien en sus pupilas retiene todo lo que ha dejado atrás. Nada más salir, empieza a brotarle la nostalgia, identificado con aires, gentes y costumbre, a los que se ha entregado sin reservas.
El viajero, al emprender la marcha, le vendrá bien remedar el verso del romance y exclamar, como un susurro y en alivio de su emoción contenida:
¡Ay, de mi Ohanes!
Arturo Medina
¡ Y DE MI OHANES! TODAS LAS NOCHES ENTRO EN ALGÚN ESPACIO DE MI PUEBLO Y QUE ALEGRÍA Y A LA VEZ ME IDENTICADO CONTIGO, PUES YO TAMBIEN CONOCÍ A PRESENTA Y A SU VECINA JOAQUINA Y A LA VECINA DE ENFRENTE ANGELES Y A NATALITA.
ResponderEliminarMUCHOS BESOS A TOA MI GENTE DE OHANES